Se dejaron llevar por las sombras, por la oscuridad al final del túnel y por el vacío de un agujero negro que devoró lo que eran y lo que pretendían ser. Nunca más volvieron a ser ellos mismos ni otra persona. Una amnesia de su propio ser que les convirtió en los dueños de la Nada, la más rica y grandiosa, la que todo lo desaparece, la que mata en vida sin dejar ni rastro de sus víctimas. Olvidaron ese consejo de ancianos que se oía en todas las casas de la posguerra. "No te fíes ni de tu sombra" decían aquellos sabios. Y ellos, ignorantes de toda sabiduría, se fiaron.
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