No se suelen ver muchos perros por las Ramblas. No, las
meadas que inundan cada una de sus esquinas no vienen del mejor amigo del
hombre. Es poco habitual pasear a un perro por allí, principalmente porque las Ramblas suelen estar abarrotadas de turistas, y sí, son esos turistas los que
inundan con su orina cada uno de los rincones de la calle. Pero bueno, el perro de Ágata es distinto. Lo recogió el
mes pasado de la perrera que hay en el Tibidabo y le libró de su
particular pena de muerte. Es curioso que a los perros abandonados se les condene a
morir, no solamente por un delito que no han cometido ellos, sino que
encima ellos son las víctimas! Por suerte el perro de Ágata no se hace todas estas
preguntas, él sólo piensa en llegar a casa para mearse en la moqueta.
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