13 de junio de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. LA MUERTE IMPUNTUAL


Su hija tuvo la mala suerte de tener una vida que no le correspondía. Demasiado que soportar ella sola, porque nadie podía ayudarle. Claudia estaba destinada a la desgracia, a la mala suerte perenne. No quería llegar a vieja. Le aterrorizaba tan sólo pensar que tendría que vivir lo vivido tres veces más. No se lo merecía. Sus padres se compadecían, pensando incluso que le hubiesen hecho un favor si hubiesen interrumpido su nacimiento. Cada vez que su padre veía la puerta de su habitación cerrada, temía lo peor. Que al otro lado su hija continuara viva, sufriendo. La tragedia era precisa, era el único alivio posible. Claudia cerró su habitación un día más, y cuando su madre tocó la puerta para despertarla, no hubo respuesta. Se acercó poco a poco a la cama, temiendo que sólo estuviese dormida. Le cogió la mano helada y lloró. Lloró amargamente de alegría, de esperanza. Por fin. Un padre por un hijo es capaz de todo, incluso desear su muerte si con eso consigue lo que quiere.

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