Julián y Rosa se conocen desde hace más de sesenta años. Y
hoy es su aniversario. No de su boda, sino del día en que se vieron por
primera vez. Cada año regresan al mismo lugar donde comenzó su historia, que no es
la más bonita, ni la mejor, pero es la suya. La fuente les presentó. Ella
estaba esperando a su hermana al salir del trabajo y él se apoyó en el borde
para atarse los cordones del zapato. Cuando levantó la vista, se quedó
mirándola. No porque fuese la más guapa del mundo, sino porque tenía una pluma
de paloma en uno de sus rizos. Ella se dio cuenta y se puso como un tomate. Les
entró la risa nerviosa y Julián le quitó delicadamente la pluma y se la guardó
en el bolsillo, hasta hoy. Desde ese día, cada tarde coincidían ‘por
casualidad’ en el mismo sitio y a la misma hora. Y así pasaron los meses. Y los
años, muchos. Nunca se casaron. De hecho cada uno formó su propia familia. Pero
nunca faltaban a su cita. Cuando se dieron cuenta, llevaban toda una vida juntos, compartiendo sólo unas horas en aquella fuente cada año. No se
arrepienten, no se torturan pensando en cómo hubiesen sido sus vidas de otra
forma. Ésta es su historia. No es la más bonita. Es la suya.
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