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La lluvia. Ese fenómeno atmosférico que produce sensaciones totalmente contradictorias. Hay gente que se pone triste, otros aprovechan para estrenar su chubasquero más colorido y saltar en los charcos, hay algunos que se ponen románticos (como los besos de las pelis bajo la tormenta que nunca suceden en la vida real), y hay quien se encierra a cal y canto bajo el edredón en modo hibernación. A la plaza le sucedía lo mismo. Cada una de las losetas del suelo reaccionaba de una manera distinta ante los días nublados. Algunas se volvían fuertes y enérgicas, con un color gris llamativo. Otras se aclaraban como si perdieran toda su energía y quisieran ser invisibles, y algunas incluso veían el vaso medio lleno mientras se divertían con el agua que las inundaba. El resultado era un bonito collage de sensaciones, de colores y de texturas. Una forma poética de demostrar que eso mismo nos ocurre a las personas, y que sea como sea, la única verdad de la lluvia es que moja.
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