14 de marzo de 2014
HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. EL PIRATA
Sergi llevaba años cruzando la plaza cada día. Le gustaba y le quedaba de camino al trabajo. Siempre miraba el suelo, y pensaba en la cantidad de historias que habrían pasado sobre esas piedras. Cada una con un pasado propio y muchos secretos que llevarse a la tumba. Una mañana se tropezó con una de ellas y la loseta se levantó. Cuando se acercó para ponerla en su sitio, vio una cajita que se escondía bajo el suelo. Dudó antes de cogerla, no porque pensase que pertenecía a alguien o que estuviese violando su intimidad, sino porque con la porquería que tenía a lo mejor se le caía la mano. Pero la curiosidad le pudo. La abrió y encontró varios botes con especias. ¿Sería veneno? ¿De qué año eran? A lo mejor llevaban siglos escondidas, quizás venían de la Ruta de las Especias, o a lo mejor se usaban como contrabando. No, no, no. Seguro que eran de alguna señora que las utilizaba para hacer unos cocidos de muerte y librarse de su marido. Por un momento pensó llevárselas, y quizás le darían un buen dinero en un anticuario. Pero algo le frenó en seco. Estaba robando, y no a un desconocido, sino a su plaza, la que le saludaba cada mañana, la que le hacía la vida más agradable. Era como robarle a su propia abuela. Se sintió tan mal que volvió a meter la cajita en su sitio y cambió su ruta diaria evitando pasar por ahí. Sabía que la plaza le perdonaría, si no lo había hecho ya, porque un fallo lo tiene cualquiera. Lo que tardaría más tiempo es que se le quitara esa sensación de ser un miserable.
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