Abrió los ojos por primera vez en 39 años. La colocaron a la sombra, justo en el lugar donde ella había pedido estar en ese momento. Todo estaba perfectamente preparado, tal cual su imaginación lo había construido durante tanto tiempo. Quería el verde de las palmeras, el azul del cielo, el amarillo del Sol... incluso el gris del cemento. Los quería todos. Se había quedado sola por el camino. Pero no importaba. Lo que sucedió luego sorprendió a todos excepto a ella. Sabía lo que ocurriría. Pero prefirió 10 segundos de felicidad eterna a buen recaudo en sus recuerdos, a -irónicamente- estar ciega de por vida. Al décimo segundo, sus ojos se petrificaron en un torrente de mar que congeló la escena. Todos lloraron, Mariana se había ido. Pero en su plenitud, se quedó con una sutil sonrisa que ni mil Da Vincis podría entender. Ni falta que hacía.
15 de noviembre de 2013
HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. LA BELLEZA DE LO INVISIBLE
Abrió los ojos por primera vez en 39 años. La colocaron a la sombra, justo en el lugar donde ella había pedido estar en ese momento. Todo estaba perfectamente preparado, tal cual su imaginación lo había construido durante tanto tiempo. Quería el verde de las palmeras, el azul del cielo, el amarillo del Sol... incluso el gris del cemento. Los quería todos. Se había quedado sola por el camino. Pero no importaba. Lo que sucedió luego sorprendió a todos excepto a ella. Sabía lo que ocurriría. Pero prefirió 10 segundos de felicidad eterna a buen recaudo en sus recuerdos, a -irónicamente- estar ciega de por vida. Al décimo segundo, sus ojos se petrificaron en un torrente de mar que congeló la escena. Todos lloraron, Mariana se había ido. Pero en su plenitud, se quedó con una sutil sonrisa que ni mil Da Vincis podría entender. Ni falta que hacía.
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