31 de octubre de 2013
HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. EL ULTIMO HOMBRE
Ser el último hombre en la tierra no resultó ser tan divertido como todos esperaban que fuera. Al principio fue de lo más entretenido. Entrar a los supermercados y comer todo lo que yo quisiera, montarme mil y una vez en las montañas rusas sin hacer cola, conducir coches de alta gama y meterme en la boca chucherías y luego escupirlas al suelo si no me gustaban, o colarme en mil tiendas de zapatos y esnifar ese olor a nuevo que tanto me gustaba. Pero con el tiempo los alimentos empezaron a podrirse, los animales salvajes llegaron a la ciudad y empecé a extrañar el sexo. Menos mal que aún me quedaba el Sol. Sí. El Sol nunca estaba mal. Es por eso que remaba día y noche por el Atlántico persiguiendo amaneceres. Para nunca ver la oscuridad. Hasta el día en el que presencié el eclipse. Cuando entré en cólera y nunca más volví a abrir los ojos.
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