Trabajar junto a una asociación cuya misión es luchar contra la discriminación que sufren las personas con una enfermedad mental, lanzar a la calle una start-up que quiere revolucionar el mercado hotelero (y que lo logrará), crear una marca de alimentos cultivados con la filosofía Social Farming, decirle a la gente que la danza y el movimiento molan mucho y pueden ser liberadores, presentarle a nuestra ciudad ideas para hacer de su transporte un sitio más amable, acompañar en el día a día a un salón de belleza que lo que busca es que te sientas guapo y guapa por dentro, ponerle nombre a una gran fundación social que ha dejado atrás su etapa de obra social de banco para ser independiente, demostrar en ciudades de medio mundo que comprar sin dinero es posible... estas semanas los proyectos que tenemos sobre la mesa hacen que nuestras muchas horas de trabajo tengan más sentido que nunca.
Y como es lógico, estamos felices.
La felicidad se alimenta de cosas que tienen sentido.
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