Nos dieron más de las dos de la tarde sin haber parado. Ni comida ni bebida ni descanso. Los seis que estábamos en el puesto estuvimos tan metidos en el momento, que se nos pasó volado.
Eso sí, no se nos olvidó sonreír.
El sol finalmente decidió salir e hizo el día deslumbrante.
A ratos, Anaïs no dio a basto poniendo nuevos precios a los más de 40 libros adicionales que nos trajeron al puesto para vender.
Andrés multiplicó sus labores, anotando compradores, fotografiándoles y asistiendo aquí y allá. Aquí, muy bien rodeado por dos de los compradores más simpáticos del día.
Entre venta y venta, Iol tuvo tiempo para probar el bizcocho de limón que nos ofreció una de nuestras compradoras.
Andrés sacó tiempo para hacer de paparazzi. Sonrían al pajarito.
Enrique, el fotógrafo cazado, sonriendo al pajarito.
Lucy resistió estoica y con ingenio el sol que molestaba sus ojos.
Iol y Anaïs no vendieron los libros a cualquiera. No todo el mundo podía pagar los precios. "Se siente", parece decir Iol.
Casi a las tres de la tarde Andrés rescató los restos del desayuno para mantenernos en pie. El próximo año tendremos que pensar mejor el avituallamiento.
Antes de cerrar el puesto, Carlitos peleó con las multitudes para traer rosas solidarias para todos, incluidas Raquel y Patricia.
¡Qué gran cierre de día!
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