Hace un mes la revista Anuncios nos pidió un articulo de opinión hablando sobre la radio.
La radio huele a naftalina y a locutor de voz engomada que dice Hoy por Hoy somos Protagonistas.
La radio se muere con su audiencia, que también se muere, y se hunde con sus anuncios a toda página del EGM gritando ser la emisora más escuchada en tal o cual franja horaria (a lo que siempre sigue un asterisco matizando el dato para evitar quejas de la competencia que, casualmente, también es líder en la misma franja horaria).
La radio abre sus puertas a los vampiros de la SGAE y nunca ha tenido la intención de rebelarse (radio Vallekas y otras miles de emisoras sin licencia salvan la honra del invento de Marconi).
La radio está habitada por dinosaurios: cadenas mastodónticas, locutores cretácicos y radiofórmulas que asaltan tu dial cual velociraptores. Incluso abundan los tiranosaurios disfrazados de tertuliano.
Y en la radio aún se escuchan cuñas protagonizadas por Gomaespuma. El resto, parecen cuñas redactadas por la misma mano que escribe los anuncios por palabras del periódico (lo cual tiene sentido, puesto que la mayoría de las cuñas de radio acaban dictándolas los clientes).
La radio representa un modelo de negocio tan caduco como el del cine, la música o la televisión, con la ventaja, eso sí, de que siempre ha vivido con lo puesto y eso la hace más resistente y menos repelente.
Que nadie nos confunda. Amamos la radio. Pero lo mismo que con un bisabuelo, asumimos que sus buenos tiempos ya pasaron. Así que aprovecharemos lo bueno que aún queda de ella al grito de Radio Tres Responda Otra Vez. A fin de cuentas, si en algún lugar del universo hay inteligencia escuchando, lo primero que recibirá de la existencia del ser humano será una onda de radio.
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