Hoy cambiamos La Casa por el campo y los cerdos por las vacas.
Y la verdad, es que nos hemos seguido sintiendo como en casa.
Fuera de las calles de las grandes ciudades hay mucha vida inteligente y feliz, y las cacas huelen a caca de verdad sin aditivos ni colorantes.
De paso, pudimos comprobar como en el campo las mamás vacas son felices trayendo al mundo a sus pequeños sin epidural.
Muuuuuuuuuuuuchos oinks, vacas. Volveremos.
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