Localizamos una idea que sabemos que puede ser buena, la sembramos en el terreno adecuado, la vamos regando y con paciencia esperamos a que llegado su tiempo empiece a brotar.
Es entonces cuando empieza la segunda parte de la jardinería de ideas: abonamos la idea recién brotada, la transplantamos a sitios más grandes, ponemos tutores para que no se tuerza, cortamos las puntas y si es necesario, matamos plagas (con insecticidas biológicos, eso sí).
Todo, antes de empezar a recoger frutos, que como sucede en un jardín, pueden ser muy diferentes y variados.
Por eso las flores de nuestros balcones continuamente nos recuerdan a lo que hacemos y nos enseñan nuevas lecciones.
Resulta que esta especie de dimorfoteca que tenemos el el balcón de nuestro despacho ha decidido dar flores dobles: una flor dentro de una flor.
Intuimos que eso mismo le va a pasar a alguno de los proyectos que nos tenemos entre manos.
Que siga :-) :-)
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