Vinieron desde Navalmoral de la Mata. 8 horas de autobús,
muchas curvas, dentaduras postizas,
siestas varias, vómitos y alguna que otra bajada de tensión. Llegados a Barcelona, todos al bingo y José Miguel no pudo
más. Fingió encontrarse mal para quedarse en el hotel. Una vez solo huyó y
caminó hasta el MACBA. Quería aprender a patinar.
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