
El tamaño no es que importe, es que es fundamental. Fundamental para los que no lo tienen, por supuesto. Julián se quedó a medio camino entre tener un micropene y tener directamente una vagina. Se lo miraba cada cinco minutos, con la triste esperanza de que en algún momento aquello fuera como las judías mágicas y creciera estrepitosamente. Lo controlaba en medio de la calle, en el supermercado o esperando la cola del cine, y el pene que no quería, estaba tan acomodado a su minúsculo tamaño que ni siquiera se asomaba por la cremallera para coger aire. Un pene Peter Pan que desterraría a Julián de por vida al país de 'Nunca Jamás-Follarás'.
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