16 de junio de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. LA SEÑALADORA


Hacía mucho tiempo que habían desaparecido las señaladoras en las grandes ciudades. Son señoras que no están curadas de espanto, y cada vez que ven a un ser, dígase moderno, hipster o cualquier otro estilo que no desearían para sus nietos, no sólo se escandalizan sino que su dedo acusador los va señalando como si con ese simple movimiento pudieran eliminarlos ipso facto. La batalla de estas mujeres en las grandes urbes era una lucha perdida, puesto que había tanta trendy people suelta que sus dedos terminaban sufriendo una tendinitis aguda. Se habían rendido. Pero de vez en cuando, alguna señora que venía de visita saliendo por un día de su tranquilo pueblo, se sentía como si llevase encerrada en un búnker y no soportaba tanta oreja dilatada. Lo que no sabían es que ahora eran ellas las que estaban peligro de extinción, y en el instante en que la pobre pueblerina se disponía a comenzar su señalamiento, su amiga urbana la frenó en seco. Esas cosas ya no eran políticamente correctas. Y la bragafaja, tampoco.

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