22 de mayo de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. EL ÚLTIMO TANGA EN PARÍS


Cecilia maldijo la hora en que hizo caso a su hija y se puso el único tanga que tenía en el cajón. Era una instrumento del demonio que se metía por la rabadilla como una tarjeta de crédito en plenas rebajas. Tantos días seguidos de lluvia no le habían dejado poner lavadoras, y cuando se dio cuenta sólo le quedaba limpio un tanga rojo que le habían regalado en Nochevieja para hacer el paripé. Llevaba todo el día retorciéndose como una almeja con limón, caminando al estilo ‘Chiquito’ intentando acomodarse sutilmente el tanga en su sitio. Estaba harta. Decidió que la mejor solución era hacer un Paris Hilton y dejar el gato al aire. Maullar, no maullaría. Y si una corriente de aire le levantaba la falda, sería el primer gato que mató la curiosidad.

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