11 de febrero de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. ROMEO Y JULIETA


Fue un flechazo. Desde el primer día de instituto, se miraron en uno de los pasillos y los dos sintieron ese revoloteo en el estómago que se va perdiendo con los años. Ella era una niña más o menos pija, o lo intentaba, y él era un macarra de barrio, que también lo intentaba. Pero sabían que ni en un millón de años, existía la mínima posibilidad de que sus respectivos mundos aceptaran esa atracción. No les quedó más remedio que saltarse algunas clases, y verse a escondidas en una pequeña plaza que les servía de confidente. Cada mañana, la fuente les guardaba el secreto entre besos interminables, y así pasó todo el curso. Pero llegó el verano, y con él las falsas promesas de que todo seguiría igual en septiembre. Ella conoció a otro niño pijo en Menorca y él se lio con todas las que se dejaban en las fiestas del pueblo. El primer día después de las vacaciones, se miraron como extraños, como si nunca hubiese existido la plaza, ni la fuente, ni las mariposas. Como si lo que sintieron fuera tan secreto que se auto destruyó en su propio silencio.

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