14 de enero de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. LA NADA QUE LO ES TODO


Y nos sentamos en el primer lugar que encontramos. En una plaza. Nos cogimos de la mano casi por inercia y casi sin querer. A Sofía le empezó a temblar el dedo meñique. No lo noté porque estaba a la derecha, pero el efecto péndulo de Newton hizo que lo sintiera. En la impasible cara de Carla hubo un terremoto 4 en la escala Richter. Y en cuanto a mí... Nada. Yo no noté nada. No noté nada porque hace años que no noto nada. Que mi corazón se volvió del material del que están hechos los políticos. Del diamante que llevaría la mujer del Führer. Porque la muerte de mi padre sentó como sienta una respiración aleatoria de cualquier momento de la vida. Y como si fuera culpa del efecto bola de nieve, la suma de un tembleque en un dedo, con un terremoto en unos labios, dio lugar a una cascada vertical desde mi lacrimal hasta mi boca, ofreciéndole un jugo amargo y oscuro a mis papilas gustativas. Lloré en bucle días y noches por no sentir nada, por recordar la muerte de mi progenitor y seguir sin notar nada. Un sinsentido infinito. Nunca paré de llorar hasta que olvidé por qué lloraba.

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