17 de enero de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. EL GENESIS


Ocurrió como ocurren las mejores cosas en esta vida. Por casualidad, por azar y sin haberse planeado previamente. Ocurrió con el roce de los dedos de un joven parisino de turismo en Barcelona. Así fue como se dieron cuenta de las maravillas producidas por el agua de la fuente de la Plaza Real. De este inocente e ingenuo roce, nacieron las ganas de provar ese agua nada cristalina. Un deseo incoherente y poco adecuado dada la obvia poca potabilidad del agua. A partir de la ingesta, las habilidades, la oratoria y la aplastante lógica que a partir de entonces expuso el joven en cualquier conversación que tuvo, maravillaron a cualquiera que se encontraba por su paso. Medios, celebridades, científicos y tecnócratas del todo mundo querían reunirse con él. Incluso el propio Papa mostró sus deseos de sentarse a su lado para discutir la existencia de una deidad con conocimientos superiores a los del joven francés. Ocurrió, como todo, que nada es eterno sino volátil, perenne y efímero. El ansia de poder, de fama y reconocimiento le llevó a visitar asiduamente la fuente. A cada encuentro, los tragos eran más grandes y la frecuencia de la visita era más corta. La innevitabilidad llamó a su puerta cuando su cuerpo no pudo soportar tal cantidad de agua no potable. el chico de olor a baguette murió desmayado cayendo de espaldas a la fuente. Y es que como bien reza el dicho: "la curiosidad mató el gato". Lástima que no hubiera ni curiosidad sino ambición ni gato sino humano.

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