15 de enero de 2014

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. EL ULTIMO GRAN RECUERDO


Gladys volvió a Barcelona por última vez. Era su último deseo antes de fallecer. Volvió a la estupenda Plaza Real. Donde había pasado las mejores noches de su vida. Por supuesto que todo había cambiado. La fachada de los edificios, al igual que su oxidada cara, estaba desgastada. Pero a su manera, seguía teniendo el mismo encanto que siempre tuvo. Los arcos, la antigua fuente, las palmeras que custodiaban la plaza... Gladys no pudo hacer más que suspirar y recordar la guirnalda de luces que rodeaba en los años 20 aquel lugar. Las baldosas que soportaron los inocentes bailes de inocentes parejas a ritmo de Jazz y de orquestas. Cristales que habían presenciado cientos de besos y que habían reflejado con orgullo la luz de los fuegos artificiales que cerraban cada noche aquellas maravillosas fiestas que nadie sabía quién las organizaba. Gladys esperó a que la plaza se vaciara, a eso de las 4:24 de la mañana. Y empezó a bailar bajo esa música invisible, un último baile, un último paso. Y cuando paró de sonar, se metió tranquilamente dentro de la fuente, se tumbó, y cerró los ojos con la felicidad como máscara para el resto de la eternidad. La felicidad está en los mejores recuerdos, pensó Gladys por última vez.

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