4 de diciembre de 2013

HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. BORN TO BE WILD


Samuel nunca había tenido una nariz particularmente exagerada. Siempre le había hecho gracia la frase "érase un hombre a una nariz pegada", de Quevedo. Pero desde que pasó a ser una famosa estrella sommelier, que allí donde iba firmaba autógrafos, las fans se desmayaban, y le tiraban desde sus  posavasos hasta sus abridores de botellas (qué escándalo), Samuel comenzó a oler otras cosas que no eran vino, cosas más sólidas, casi gaseosas y no tan líquidas. Al final su aventura terminó por dar como resultado una nariz de proporciones gigantescas y bastante desfigurada. Las fans vinícolas se alejaron de él, las señoras guardaron sus posavasos y abrecorchos. Y no quedó más que una oxidada estrella estrellada de todos menos sommelier.

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