Las ratas también se aburren, como cualquier bicho viviente. Y en particular las de Barcelona, acostumbradas a tanta actividad que en los momentos más tranquilos tienen más peligro que un niño en su primer día de vacaciones. Eran canallas por naturaleza, y siempre estaban maquinando cualquier tipo de vandalismo ratonil. Un día, tuvieron la gran idea de divertirse como mejor sabían, haciendo algo nada bueno. Treparon hasta la copa de las palmeras y empezaron a saltar de una a otra. Si no daban el salto lo suficientemente largo, se mataban. Así de simple. Una menos y a seguir jugando. Era la versión yamakasi inyectada en rabia. Poco a poco fueron cayendo hasta que quedó sólo una, la cual logró convertirse en una auténtica leyenda Ninja, sin nada que envidiarle al mismísimo Bruce Lee. Volvió a las alcantarillas, su lugar natal, y creó su propia escuela de artes marciales. Por lo visto se convirtió en el maestro de cuatro tortugas galápago que habían sido tiradas por el váter tras las fiestas navideñas y el fervor de las mascotas. Esas tortugas se bautizaron con los nombres de los mayores creadores renacentistas, y protagonizaron una de las series de dibujos más míticas de las mentes ochenteras. ¡Cowabunga!
17 de febrero de 2014
HISTORIAS IRREALES EN LA PLAZA REAL. ¡COWABUNGA!
Las ratas también se aburren, como cualquier bicho viviente. Y en particular las de Barcelona, acostumbradas a tanta actividad que en los momentos más tranquilos tienen más peligro que un niño en su primer día de vacaciones. Eran canallas por naturaleza, y siempre estaban maquinando cualquier tipo de vandalismo ratonil. Un día, tuvieron la gran idea de divertirse como mejor sabían, haciendo algo nada bueno. Treparon hasta la copa de las palmeras y empezaron a saltar de una a otra. Si no daban el salto lo suficientemente largo, se mataban. Así de simple. Una menos y a seguir jugando. Era la versión yamakasi inyectada en rabia. Poco a poco fueron cayendo hasta que quedó sólo una, la cual logró convertirse en una auténtica leyenda Ninja, sin nada que envidiarle al mismísimo Bruce Lee. Volvió a las alcantarillas, su lugar natal, y creó su propia escuela de artes marciales. Por lo visto se convirtió en el maestro de cuatro tortugas galápago que habían sido tiradas por el váter tras las fiestas navideñas y el fervor de las mascotas. Esas tortugas se bautizaron con los nombres de los mayores creadores renacentistas, y protagonizaron una de las series de dibujos más míticas de las mentes ochenteras. ¡Cowabunga!
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