Era difícil mantener una relación estable entre ellos. Sólo podían verse cuando salía el Sol. Sólo se sentían bien cuando el cielo estaba despejado. Y sin embargo eran raras las ocasiones en las que llegaban a tocarse, a pesar de ser una experiencia orgásmica, casi divina. A pesar de todo esto, había días en los que ni teniendo todas estas condiciones a su favor, se veían. Por todos los Santos, ni Romeo y Julieta tuvieron que sufrir tanto para tener un momento de intimidad. Por eso ellas, las sombras, cuidaban de que sus dueños jamás se pelearan y continuaran siendo mejores amigos. Con derecho a sombra, por supuesto.
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